La clonación es un tema atractivo para muchos. Se argumenta que con la clonación, podríamos «inmortalizar» artistas famosos, políticos, estrellas de cine, etc. Por ejemplo, se podría clonar a Michael Jordan y obtener un equipo completo de jugadores de básquetbol idénticos a él para conformar el « dream team» del futuro. Otras personas con argumentos más conmovedores promueven la clonación humana para reemplazar a un hijo tempranamente muerto; permitir a personas infértiles tener descendencia; obtener órganos para gente enferma, etc.
Si describiéramos todos los supuestos beneficios de la clonación, nunca terminaríamos de escribir esta reflexión. Aunque muchas expectativas de la gente a favor de la clonación no provienen de la ciencia-ficción, hay que considerar que entre lo que se promete y lo que pueda realmente ocurrir hay mucha diferencia. Entonces, ¿en qué consiste la clonación?
La palabra «clonación» significa «división o aislamiento». Podemos decir que existen básicamente dos posibilidades de clonación. La primera es que después del proceso de unión entre la célula materna (óvulo) y la célula paterna (espermatozoide), el nuevo ser humano es una sola célula que se empezará a dividir para desarrollarse como un ser completo. Cuando se ha dividido en cuatro células, cada una de ellas todavía tiene toda la capacidad de desarrollar un ser humano completo. En 1993, la revista Science recogió las investigaciones de científicos de la George Washington University que dividieron (clonaron) por vez primera embriones humanos. Esta vez los científicos usaron embriones recién formados de cuatro células separando cada una de ellas, a este nivel cada una todavía tiene la capacidad de generar un ser humano completo. Esta posibilidad de clonación no goza del pleno respaldo de la comunidad científica justamente porque en este caso un mayor número de científicos acepta que se están manipulando seres humanos ya que el embrión está formado y ha sido concebido de una forma más «natural» (unión del óvulo y espermatozoide) que en el caso de la clonación «terapéutica» que explicamos a continuación.
La segunda técnica consiste en tomar el núcleo de una célula madura -que tiene todo el patrimonio genético de un ser humano- de cualquier parte del cuerpo de un adulto y depositarla dentro del óvulo materno, al que previamente se le ha extraído su propio núcleo. De esta manera, el núcleo de la célula madura «ordenará» a la célula primitiva la formación de un embrión que será depositado en el útero de la madre. Esto se logró en 1997 cuando la revista Nature informó el nacimiento de la oveja «Dolly», clonada por científicos escoceses. Este tipo de clonación se llama: «clonación terapéutica» y como el experimento parte de dos células (y no embriones todavía) goza de mas aceptación y popularidad.
Pretender que estos experimentos iniciales puedan satisfacer todas las esperanzas puestas en la clonación no sólo técnicamente es irreal por ahora, sino que presenta problemas morales serios, ya que la clonación y el proceso que conlleva violan los derechos fundamentales del ser humano y arriesga la vida del embrión. El experimento para la clonación de la oveja «Dolly» implicó 277 intentos de fusión de células, los investigadores lograron engendrar con éxito ocho embriones y de ellos uno sólo sobrevivió: «Dolly». Con estas cifras, se puede estimar la cantidad de vidas humanas que se perderán durante los eventuales experimentos de clonación mientras éstos ocurran con la tecnología actual. Por ello, el mismo Dr. Alan Colman que participó en la clonación de «Dolly» se opuso rotundamente en agosto de 2001 durante una conferencia de expertos en clonación en Washington a los comentarios de algunos científicos de tan dudosa reputación, como Severino Antinori de Italia, que ya aseguraban estar dispuestos a intentar clonar seres humanos con la técnica escocesa.
No hay que usar mucha ciencia para darse cuenta que toda esta pretensión de la clonación de seres humanos va en contra del sentido común. Retomemos el ejemplo inicial de este artículo. Si clonásemos a Michael Jordan obtendríamos una copia de su figura, pero, ¿qué pasa si el clon no tiene habilidades para el básquetbol?, ¿qué pasa si las tiene pero quiere hacerse músico?, ¿serían estos clones propiedad de los que pagaron por clonarlos, violándose así los derechos fundamentales de igualdad y libertad?, ¿qué pasaría si los dictadores quieren clonarse o quieren clonar otros seres humanos para sus propios fines?
Las posibles preguntas son innumerables y sólo la irresponsabilidad puede justificar a quien quiera seguir adelante sin dar respuesta a todas estas dudas. En este sentido, uno de los puntos que debe quedar claro -especialmente para los que tienen esperanzas en la cura de enfermedades con la producción de clones- es el hecho de que no existe actualmente forma de conseguir células estaminales u órganos para trasplantes provenientes de un embrión humano clonado sin matarlo.
La Iglesia Católica recuerda en documentos como la Instrucción Donum Vitae -publicada en 1987 sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación: «La investigación científica, fundamental y aplicada, constituye una expresión significativa del señorío del hombre sobre la creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la técnica no pueden indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por estar ordenadas al hombre, en el que tienen su origen y su incremento, reciben de la persona y de sus valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites»
Clonación, ciencia y ética…
La sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia, valores y principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto de esos derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y libre, también al científico.
Las Naciones Unidas no han sido capaces de alcanzar un acuerdo acerca de la prohibición de la clonación humana. En la votación del 6 de noviembre de 2003 se decidió, con 80 votos a favor, 79 en contra y 15 abstenciones, posponer el debate por dos años.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Se trata de un enfrentamiento de puntos de vista. Por un lado, un amplio grupo de países apoyaban la propuesta de Costa Rica, en la que se prohibía tanto la clonación reproductiva como la así llamada “clonación terapéutica”. Por otro, Bélgica y un grupo minoritario de países, defendían prohibir sólo la clonación reproductiva y, al mismo tiempo, dejar libertad a las naciones para legislar sobre la “clonación terapéutica”. Un tercer grupo de países, encabezados por Irán, propusieron posponer la discusión hasta dentro de dos años. Esta propuesta fue la que finalmente, con un mínimo margen de votos, fue aceptada.
Detrás todas estas discusiones se esconde un problema más profundo. Hay que defender, por una lado, la libertad de la investigación, ese margen de acción necesario para que los científicos puedan trabajar, sobre todo cuando buscan caminos para promover el bien de otros seres humanos. Por otro, hay que reconocer esa legítima intervención de la sociedad para poner límites éticos que den garantías de respeto y de seguridad para toda la humanidad, también por lo que se refiere a la investigación científica.
La ciencia busca conocer. Para ello, usa aquellos procedimientos más eficaces, lleva a cabo aquellos experimentos que permitan mejores resultados. Pero no hay que ser un Platón para reconocer que no todo lo que funciona, no todo experimento, es ético. Muchas veces los hombres han buscado ser eficaces a través de la violencia, del robo, del crimen organizado u ocasional. El caso de los médicos que colaboraron con el nacismo y realizaron experimentos de una crueldad inimaginable no es un algo aislado. Ha habido, y hay, científicos (esperamos que pocos) que engañan, que roban secretos a compañeros, que abusan de enfermos para hacer experimentos inhumanos, que sueñan sólo en el dinero y la fama, que se someten a los proyectos de gobernantes sin escrúpulos para descubrir nuevas armas de destrucción masiva o sistemas para esterilizar a grupos sociales o raciales considerados “inferiores”, que practican el aborto como si fuese lo más natural del mundo.
Encontrarnos ante estos científicos no debe ser motivo de escándalo. Hombres deshonestos los hay en casi todos los grupos sociales, y la clase de los investigadores no está inmune de las debilidades humanas. El hecho de que una persona tenga muchos títulos universitarios, haya recibido premios o reconocimientos nacionales o internacionales por algún descubrimiento o, incluso, haya promovido actividades filantrópicas, no garantiza el que un día realice un experimento claramente injusto, o se decida a vender un secreto de laboratorio a una empresa de armamento o a un dictador sin escrúpulos.
Por ello, la sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia, valores y principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto de esos derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y libre, también al científico.
Aquí encuentra su sentido la discusión sobre temas como la clonación, el aborto, la eutanasia y otras posibilidades técnicas que la medicina moderna tiene ante sus ojos.
Haber prohibido toda forma de clonación hubiese significado promover una cultura de respeto al hombre, a cada hombre. No sólo al individuo que pueda ser resultado de una clonación, sino, de modo especial, al científico y al personal que trabaja en un laboratorio, para que no se degraden con un acto injusto, contrario a los principios éticos.
Aquí conviene aclarar una cosa que ha pasado desapercibida a algunos medios de comunicación social. La así llamada “clonación terapéutica” es también clonación reproductiva, en el sentido de que produce (“reproduce”) un individuo humano que tiene un material genético casi totalmente idéntico (al menos en el núcleo) a otro individuo ya existente. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre estos dos “tipos” de clonación? Mientras la clonación reproductiva dejaría nacer al individuo clonado, la así llamada “clonación terapéutica” lo habría fabricado para experimentar con él y luego destruirlo, lo cual es un acto que atenta gravemente contra el respeto debido a todo individuo humano, incluso al que es “producido” por clonación. En otras palabras, es mucho más grave la “clonación terapéutica” que la reproductiva, y el hecho de que algunos países y científicos defiendan la “terapéutica” no puede sino ser motivo de condena y de rechazo por parte de quienes defienden los derechos humanos.
Conviene aclarar, por último, que no habría bastado con prohibir cualquier forma de clonación. Los científicos gozan de una gran libertad de acción en sus laboratorios, libertad que les permite realizar numerosos actos que no acabamos de comprender bien los que no poseemos toda la ciencia que ellos han conquistado a través del estudio. Pero esa libertad implica una mayor responsabilidad. A más margen de acción, mayor urgencia por comprender la importancia del respeto a cada ser humano.
Cuando un laboratorio de reproducción artificial tiene en sus manos los óvulos de varias mujeres, los espermatozoos de varios hombres, y otros tejidos de adultos, fetos o embriones, de hombres y de animales, sabe muy bien que puede hacer, a escondidas, experimentos ilegales. Puede clonar, puede crear embriones para investigación, puede hacer híbridos entre hombres y animales. Los estados, ciertamente, deberán promover sistemas de control, pero lo principal está en la formación ética del científico.
La ciencia ofrece a la humanidad un número creciente de descubrimientos. Cada nueva frontera conquistada abre nuevas posibilidades. Orientar bien todo este cúmulo de saberes depende de la ética. No basta con enseñar en la universidad lo que es posible hacer, sino lo que es correcto. El respeto al hombre, a cada hombre, desde que inicia su existencia como cigoto hasta que muere, debe ser el criterio de discernimiento fundamental para juzgar las acciones de los científicos. Fuera de ese respeto podrán darse descubrimientos importantes, pero será mucho más lo que se pierda. No vale la pena vivir en un mundo técnicamente perfecto y éticamente inhumano.
¿En qué consiste la clonación llamada "terapéutica"?
Es un término aún engañoso, pues no ha proporcionado aún ningún resultado real. La técnica consiste en tomar el material genético de una célula de un paciente para después fusionarlo con un óvulo. Esto daría lugar a un embrión que llaman "sintético". A este embrión se le extraerían las células madre, que serían controladas para desarrollarse como células de una naturaleza específica (musculares, neurológicas, etc.).
Estas células "perfectas" se implantarían en el paciente para curar supuestamente la imperfección orgánica o enfermedad.
¿Cuáles son las principales objeciones a estas técnicas?
Son dos. La primera es de carácter ético: la clonación de seres humanos se basan en el supuesto de que un huevo fecundado, pese a que posee todo el código genético de un ser humano, y desde el punto de vista genético, sólo se distingue del ser humano por su tamaño, no es una persona. Se utilizan incluso eufemismos como el de "pre-embrión", para ocultar así el hecho objetivo del carácter humano del sujeto que está siendo manipulado.
El segundo de carácter científico, es que la carrera por la clonación se ha convertido en algo muy próximo a una farsa, pues se ha venido difundiendo la idea de que esta práctica podría ser la panacea para casi la totalidad de enfermedades humanas, cuando no existe aún un solo resultado científico positivo en la curación de enfermedades.